Los viajes han sido siempre mi pasión y no hay que renunciar a las pasiones sino mantenerlas vivas. Difícil propósito os diréis cuando la familia aumenta y ya no sólo cuenta nuestro espíritu viajero sino la logística y planificación necesaria cuando se tienen niños. Para nosotros la prueba de fuego fue el viaje de este pasado verano cuando con el mapamundi en la mano tras mucho valorar opciones decidimos pasar nuestras vacaciones en Costa Rica. Varias razones nos llevaron hasta allí con nuestro hijo Lucas de 3 años: la facilidad de moverte a tu aire gracias a la amplia infraestructura de hoteles, backpackers y casas rurales, la facilidad de encontrar transporte para moverte de un lugar a otro ya sea en tu propio coche de alquiler, en buses locales o turísticos, la riqueza natural del país y la posibilidad de ver animales en su hábitat (a los niños les vuelven locos los bichitos!), la diversidad que te ofrece el país y el poder estar un día pateando las colinas de Monteverde y al día siguiente en las playas del Parque Nacional de Manuel Antonio y por último, menos bucólico pero práctico e importante, es la posibilidad de poder comer casi a cualquier hora o de aprovisionarse en las principales ciudades de lo necesario para montarte tu propio pic-nic. Así que una vez decidido el destino compramos los billetes de avión y empezamos a planificar nuestra estancia de 15 días.
Parecía difícil abarcar ambas costas y pasar al menos un par de días en cada sitio para digerir el lugar donde se llega y disfrutar del viaje así que nos inclinamos por visitar 2 o 3 parques nacionales importantes del interior y pasar los últimos días en la costa del Pacífico Central-Sur. Esta es otra de las cosas que yo recomiendo a mis amigos que viajan con niños, alargar las estancias en los lugares intermedios y pasar al menos 2 o 3 noches en cada lugar para poder disfrutar al máximo y no querer abarcar demasiado porque con un niño a veces el ritmo no lo marcas tu sino él. Es por tanto necesario tomar tu tiempo, disfrutar de los lugares y los lugareños (me encanta cuando Lucas juega con niños de los lugares que visitamos en cualquier parque o plaza, el mundo parece que se detiene y sólo importa lo que allí está pasando…). Usamos San José únicamente para descansar la primera noche de un vuelo de más de 14 horas contando las escalas y nos alojamos en el Hotel Lousiana en el barrio de Sta Ana. Luego supimos que Alajuela es una pequeña localidad prácticamente frente al aeropuerto de S. José donde hay gran oferta de hoteles pequeños y backpackers donde alojarse una noche de entrada o salida del país. De S. Jose nuestra próxima parada era La Fortuna, lugar famoso por el volcán del mismo nombre y que alberga uno de los parques nacionales más populares de Costa Rica. El Arenal Backpacker Resort se encargo de gestionarnos un conductor que nos recogió en S. José y nos llevo hasta la Fortuna por 55 dólares, algo más barato que si hubiéramos cogido un bus turístico. Este backapcker está catalogado como uno de los mejores de Costa Rica y cuando llegamos lo comprobamos por nosotros mismos. Tienen 4 habitaciones dobles, 5 habitaciones para grupos con 6 camas y ofrecen también alojamiento en tiendas dobles donde poder dormir como un marques disfrutando del lujo de una cama cómoda pero a precio de mochilero. Lo mejor para Lucas fue la inmensa piscina y lo mejor para mi el “pool bar” donde tomarme mi cervecita de aperitivo mientras él chapoteaba a mi lado!. En la Fortuna es visita obligada el volcán, activo desde el año 82 pero apagado cuando nosotros lo visitamos . Igualmente es interesante conocer la historia del Parque Nacional que ocupa el volcán y dejarte embaucar por las explicaciones de un guía naturalista sobre las especies animales que allí habitan. A nosotros nos sorprendió con la mágica visión de la ranita verde, especie endémica de Costa Rica y que es portada de la mayoría de los folletos turísticos de este país. De vuelta al backpacker habíamos contratado un paquete con cena incluida y entrada en las piscinas de BAldi por 35 Dólares. Estas piscinas están compuestas por más de 50 fuentes termales naturales que salen de las entrañas del volcán a una temperatura de más de 35ºC. De noche el ambiente es más mágico que de día y la temperatura fresquita del exterior la compensas con un baño caliente. El restaurante no ofrece comida gourmet pero el buffet libre hace las delicias sobre todo de los más pequeños. Al día siguiente fuimos por nuestra cuenta y a pie desde el pueblo de La Fortuna hasta la cascada del mismo nombre, una pateada de unos 4 kilómetros por campos de cultivo y granjas llenas de encanto. Sorprende que la cascada de la Fortuna no sea tan famosa como el volcán pues el lugar no desmerece en belleza; siempre y cuando el viajero tenga ánimo de bajar (y luego subir claro está) más de 300 escalones!. Nuestros días en La Fortuna se habían agotado y pusimos rumbo a Monteverde, otro de los parques nacionales más famosos junto a Santa Elena y más difícil de llegar pues hay que sortear el Lago Arenal en autobús por carreteras infernales o combinar el trayecto en barca y bus. Optamos por la segunda opción, más cómoda y rápida (en lugar de 3 horas y media tardas dos horas de La Fortuna a Monteverde. EN Monteverde pasamos 3 días alojados en la Finca Terra Viva, una granja que además de habitaciones dobles en el edificio principal donde se sirven los desayunos alquilan una pequeña casa de madera para 4 personas a unos 500 mtros de la casa de los dueños. Federico es el dueño de esta finca de más de 120 hectareas y ha conseguido su sueño de combinar el turismo en la zona con un negocio ecológico que busca la protección del bosque nuboso en el que se asienta su propiedad. Además de acoger viajeros, Terra Viva es una factoría donde producen su propia leche y queso. Los animales viven en total armonía con los turistas y puedes asistir al ordeño diario o pasear por los senderos dentro de la finca. Monteverde es además de un lugar único por su diversidad animal y vegetal, el lugar donde nació el “canopy” y diversas empresas organizan descensos en tirolinas que cuelgan de los árboles a cientos de metros del suelo. Selvatura es una de ellas, una especie de parque temático que además del circuito de canopy ofrece puentes colgantes, museo de insectos, mariposario y jardín de colibrís. Nosotros queríamos probarlo todo así que nos turnamos para que al menos uno de nosotros estuviera siempre con Lucas mientras el otro hacía el circuito de canopy. El sendero por puentes colgantes es fácil para los niños y les encanta sentirse colgados de los árboles en total convivencia con una naturaleza espectacular. La otra visita muy recomendable en Monteverde es el safari nocturno en el Bosque de los niños, un paseo de una hora y media cuando ya ha caído el sol. La noche pone ante tus ojos insectos de formas camaleónicas como el insecto palo, el que tiene forma de hoja, tarántulas, culebras. Importante no salirse del camino y nunca tocar nada si el guía no te da permiso…Tras los días en el interior de Costa Rica teníamos ya hambre de mar, nuestra primera parada fue Jacó, una especie de Florida en plena costa Pacífica abarrotada de hoteles repletos de americanos que beben cerveza y mojitos en los cientos de pubs que están abiertos a todas horas. Después de haber probado todos los modos de tranporte público que existían la costa la recorrimos en coche de alquiler. Jacó no es especialmente bonito pero es un lugar práctico e intermedio para visitar la costa sur donde están los parques Nacionales de Manuel Antonio o más al sur el Marino Ballena. Si paras en Jacó no puedes dejar de hacer el tour del rio Tárcoles, a una hora de coche frente al puente que cruza el río se encuentra un pequeño bar que se llama Los Cocodrilos. Por 30 dólares te organizan un paseo en barca de hora y media a lo largo del río donde estos mastodónticos reptiles campan a sus anchas. Lo más espectacular fue ver cuando el guía vestido en bañador y chanclas se bajó de la barca y empezó a dar golpes en el suelo con un trozo de carnaza. Los cocodrilos se acercaban a comer de su mano mientras los indús que nos acompañaban en la barca no paraban de grabar con su cámara de video y de exclamar “Oh my god!!”. Después de tanta adrenalina necesitábamos un descanso en alguna de las playas más espectaculares de Costa Rica y nos lo regaló el Parque Nacional de Manuel Antonio. Para visitarlo lo mejor es tener tu base en alguno de los hoteles de Quepos a tan sólo 20 minutos de la entrada del parque. Su carretera principal está repleta de todo tipo de alojamientos desde rústicas cabañas hasta hoteles resort con espectaculares piscinas y vistas sobre el mar. En Manuel Antonio es fácil ver osos perezosos, iguanas, mapaches, lagartos y infinidad de variedades de aves. Lo mejor es alejarse de la primera playa, la más frecuentada por los miles de turistas que visitan el parque cada día. Los locales dan siempre buenos consejos y el día siguiente decidimos seguir el que nos dio el dueño del hotel y explorar la playa junto al Hotel Parador. No nos defraudó, una playa prácticamente desierta con una vegetación exuberante que invita a quedarse allí todo el día. Nos faltaba en nuestra lista de animales las ballenas así que gastamos los últimos día visitando el parque Nacional que lleva el nombre de este cetáceo inmenso a 4 horas del Parque de Manuel Antonio. El único día que pasamos en Uvita nos alojamos en el Hotel Tucán, un lugar de mochileros donde está de moda el cine de hamacas y organizan barbacoas por la noche. Cualquier hotel organiza en Uvita los tours para avistar ballenas por alrededor de 15 dólares incluyendo equipo para hacer snorkling, fruta y bebidas. Lucas nos acompañó como buen aventurero y acabamos todos en el agua, él con sus manguitos y nosotros con nuestros tubos viendo peces de mil colores bajo el agua. La visión de la madre ballena seguida de su cría fue espectacular, aunque lejos pudimos imaginar el tamaño de aquel animal solo después cuando vimos las fotos y la barca de nuestros vecinos parecía un punto diminuto junto al animal. Después de leer este post y del elenco de aventuras, animales, diversidad, experiencias y paisajes os podréis imaginar que como de completo fue nuestro viaje…Ah! Me olvidaba mencionar la amabilidad de los ticos (así se llaman los costarricenses) y esa expresión “Pura vida” que escuchas en este maravilloso país a cada paso. Pues eso… “PURA VIDA”.